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EstaciĂł de Samper de Calanda. LĂ­nĂ­a de Barcelona a Saragossa per Casp

“Las casillas del ferrocarril, con sus pensativos habitantes, habían atraído siempre a Dvánov; pensaba que, aislados como vivían, los guardavías tenían que ser gente tranquila e inteligente. Se encontró con una de ellas y entró a beber agua; se encontró con los pobres vástagos de los guardavías, que no tenían más juguetes que su propia imaginación, y hubiera sido capaz de quedarse con ellos para siempre y compartir así su destino. Dvánov pasó la noche en la casilla, pero tuvo que dormir en el pequeño zaguán porque en el cuarto de los guardavías estaba dando a luz la dueña, que se pasó la noche entera gritando en medio de tormentos. El marido, insomne, iba y venía por la casa, pasaba de vez en cuando por encima de Dvánov y murmuraba lleno de asombro:

—Con los tiempos que corren… con los tiempos que corren…”

Andrei Platónov (1899-1951), Chevengur. Viaje con el corazón propicio (1927). Traducció de Vicente Cazcarra i Helena S. Kriúkova. Madrid, Cátedra, 2009, pàg. 135